miércoles, 1 de abril de 2009

Escenas 10 y 11




Escena 10


No hay nada como una siesta reparadora. Nuevamente en el departamento en Providencia de la Dra. Garza de la Garza y Garza, Marco duerme plácidamente hasta que su sueño es abruptamente interrumpido por el teléfono. Ésta ocasión se asegura de estar vestido apropiadamente para poder salir al recibidor a contestar sin tener que apenarse si los vecinos extranjeros están nuevamente frente a su ventana. Sonia, una simpatiquísima amiga tapatía de Diana estaba al teléfono, sustituyendo en amabilidades a otros paisanos de ella, que en alguna época fueron más allegados al regio de lo que ahora ella lo es. Le preguntó al regio si todo estaba bien, si se le ofrecía algo, dispuesta a ayudarle en lo que fuera en ese momento o en los que le quedara de estancia. Éste tipo de actitudes son las que hacen que en esa ciudad haya un clima cálido por las tardes, porque sus habitantes después de cierta hora y antes de otra tienden a ser muy tiernos y serviciales. Le hizo una atenta invitación a algún lugar en Chapalita que es muy del estilo de Quique, la comadre de Saúl que le confirió a Marco en alguno de sus relatos fantásticos, cualidades psicópatas, suicidas y homicidas. Le sobran motivos para no querer ir a ese lugar. También le ha contactado con un amigo médico, y en cualquier momento andaría por ahí para llevarlo a tomar un café.

Otro lugareño simpático y trabajador, pleno con lo que hace y orgulloso de la tierra que pisa y que lo vio nacer, es quien ahora lleva al regio al mismo café donde unos días antes tuviera un encuentro con su ex. Durante su charla, se descubre que éste médico, sin querer, es amigo del ex de toda la vida Saúl. Los simbolismos comienzan a fastidiar al regio, ya obtuvo demasiados en éste viaje. Suenan las campanas del templo frente al café en el que se encontraban y entonces entiende que ya sabe a quien avisar de que todo el mensaje ha sido entendido y que no tienen que haber mas señales en el camino para entender el rumbo que ahora ha de ser tomado. Dios es otro gran amigo del regio, siempre ha estado ahí para él aún cuando no se lo pedía.



Escena 11

La gran noche ha llegado. Los sábados son de fiesta y más cuando se está de visita y/o tienes visita. Marco se ha arreglado para la ocasión, se ha puesto un disfraz que siempre solía usar y que le sienta muy bien, se ha caracterizado de un regio sensual, leal, bueno y divertido pero con aires de intelectual y a todo eso le ha agregado un gran accesorio, una sonrisa perfecta Oscar de la Renta. Carlitos pasa por él en compañía de otro amigo, ambos se disfrazaron de unos tapatíos simpáticos y buena gente, de buen gusto y también se pusieron su mejor sonrisa para la noche.Ha sido llevado con otros amigos a un lugar hermoso; siente celos de no tener en sus tierras un lugar así o como los otros que ha conocido y como aquellos que sabe que aún no conoce.

El pronunciado escote de su camisa y las plateadas cruces hipnóticas que cuelgan de su cuello han capturado la atención de algunos en el lugar; él se siente bien por ello, hacía mucho que no tenía y disfrutaba de ese tipo de circunstancias, sin embargo, lo único que quiere en ese momento, es que Rasso le traiga otra XX Ambar. El disfraz, la sonrisa, el porte y la actitud del foráneo llaman la atención no solo a los desconocidos; del otro lado del bar se encuentra sentado Mauricio. Aquel amigo que había pasado al aeropuerto unos días antes para recoger a un Marco apesadumbrado y con los ojos aún hinchados por el intento de llanto, ahora veía desfilar por la pasarela del “Link” a alguien completamente distinto. Que pequeña es Guadalajara!; sin querer se han topado en ese lugar y se ponen de acuerdo para continuar la fiesta en algún otro sitio.

Por costumbre, cada sábado por la noche que había pisado la perla de occidente, terminaba en un lugar llamado Black Cherry, siempre tomado de la mano de Saúl y escoltado por los amigos de aquél tapatío. Marco sentía un especial afecto por ese lugar, donde por vez primera besara a la persona que sin querer amaría más delante. Es uno de los lugares de los que antes de salir de su casa en Monterrey, sentía la necesidad de despedirse. Pero sus plegarias han sido escuchadas ya, las campanas de aquel templo no habían repicado sin un fin en específico, y su amigo totipotente le había concedido la gracia de no tener que encontrarse con más simbolismos para cerrar su círculo.

Todo apunta ahora hacia otra dirección. El lugar al que se dirigirán está en una Guadalajara que el regio no conocía.



Aún en el bar al aire libre, Marco se encuentra rodeado de tapatíos amables y sonrientes, sinceros y atentos. Él y su escote primaveral comienzan a resentir el descenso de la temperatura, pero lo que el regio no entiende es el porque de la caída de la temperatura si en ese momento los tapatíos andan de una muy buena actitud. ¿Será acaso que Saúl está a la vuelta?. Ésta vez se conformará sin respuesta a sus dudas y seguirá disfrutando de la noche, haga el clima que haga.

Una gran velada, rodeado de gente linda y simpática. La presencia de la doble de Gloria Trevi reveló a todos en el lugar que había otro regio en el lugar.


Una fuerte ráfaga de aire helado se cuela nuevamente a través de la camisa del regio y esto produce nuevamente la duda en él.

Con el calor de las copas las mentes pueden confundirse, y la confusión puede llevar a la gente a cometer actos inapropiados. Con la idea de que quizá su exnovio estuviera en el mismo bar, motivo por el cual la temperatura seguía bajando, el regio le manda un mensaje de texto preguntándole su ubicación, mas no obtiene respuesta.

Se hace tarde, hay que regresar a casa. Ahora es Mauricio quien lo lleva a Providencia. Se despiden, pero no para siempre, hay que recordar lo de los lazos que crea el destino con algunas personas. Hay que dormir.

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