miércoles, 1 de abril de 2009

Últimas 2 escenas (The end)

Escena 12


El sueño de Marco es tranquilo y profundo. Recuerda mientras duerme que en el último día del congreso, justo antes de la clausura, un hombre de unos 50 años, alto, cano y de ojos azules se le había acercado para preguntarle que si conocía el Texas Children's Hospital y su unidad de neonatología; viendo el interés del regio, el estadounidense le dio su tarjeta de presentación para que se contactara con él. Existía la posibilidad de que durante su último año de especialidad tomara una rotación de un mes en el extranjero. Hacía no mucho, ese mes de rotación lo había planeado para tomarlo en el Centro Médico de Occidente, para pasar un mes de feliz convivencia con su entonces novio e ir preparando terreno para dentro de no mucho dejar todo en Monterrey y mudarse a Guadalajara. Pero el destino del regio no era ese, quizá Jorge y Lily, sus amigos de toda la vida, necesiten tenerlo de huésped en Houston.

Suena el teléfono, ésta vez no era Sonia, es Saúl. Indignado por el mensaje recibido durante la madrugada, decidió llamarle para preguntar por el motivo de tal atrevimiento. El regio suponía por muchas razones que el tapatío andaba también de fiesta; pero no tenía caso explicarle el por que de su suposición, después de todo, no le interesaba a Saúl entenderlo ni a Marco explicarlo. No hay motivos para prolongar la charla más vacía que han sostenido desde la noche en que se conocieron, solo resta decir adiós.


Ese domingo 8 de Febrero del 2009 a las 12:47 terminan la llamada despidiéndose por última vez; a diferencia de la primera vez que lo hicieron, ésta vez Saúl no derrama ninguna lágrima. Tres minutos mas tarde Mr Lomelí y María Ramos ordenan dos gorditas de chicharrón en salsa verde, una de barbacoa, una de mole y 5 tacos en tortilla de maíz de guisos surtidos cada uno, acompañándolo todo con una coca light bien fría. A las 14:09 Saúl deja a María en su casa y maneja rumbo a la suya; pasando a unos cuantos metros de donde yace su exnovio, piensa en los muchos sueños que tiene por alcanzar y lo mucho que le costará hacerlos realidad. Su mente y su corazón están tan llenos de esos pensamientos, por lo que es imposible que entre algo más. Sus fuerzas están tan concentradas en ello, que seguramente muy pronto conseguirá su objetivo y será nuevamente otro habitante más de Nueva York, la verdadera capital del mundo.


Estaciona su coche, sube las escaleras hasta su departamento ubicado en Prados Providencia. Se sirve agua en la cocina donde Marco solía cocinar cada vez que llegaba a visitarlo, y en donde preparaba bebidas para todos sus invitados cuando había reunión. Con el vaso en la mano llega a su recámara a las 14:36 y contempla por la única ventana de ahí, una Guadalajara fría y seca; una Guadalajara llena de gente que no sabe hacer bien su trabajo o es despedida si lo hace bien; una Guadalajara llena de gente que cree en Dios a pesar de que Él solo es fruto de un intento la iglesia para manipular a las masas a su antojo; una Guadalajara donde impera el desorden, la falta de iniciativa, la carencia de creatividad; una Guadalajara que resultaba un molde demasiado pequeño para semejante titán, tal como se lo habían dicho varias brujas y las barajas del tarot; una Guadalajara cuyo perene aroma a tierra mojada resulta un perfecto repelente contra buenas intenciones para cualquiera que lo inhale. Contempla la atmósfera podrida de la ciudad que lo vio nacer y que se lo dio todo, excepto la felicidad.


Asqueado por todo ello, decide mejor cerrar la cortina, para hacerle un último favor a sus paisanos y a los turistas al no permitir que el frío que proviene desde lo mas profundo de su ser, contamine la ciudad más mediocre del hemisferio norte, y quizá de todo el globo terráqueo. Se recuesta a las 14:39 y enciende el televisor solo para descubrir en las noticias que no solo su ciudad es pésima, sino también el resto del planeta, exceptuando Nueva York, porque ahí los pilotos tienen habilidades fantásticas que les permiten aterrizar aviones sobre el río Hudson, donde reside la casa de bolsa más importante del mundo, donde las princesas de los cuentos de hadas y sus respectivos príncipes cobran vida al salir de una alcantarilla de Big Apple, donde los animales del zoológico se escapan en busca de su natal Madagascar, donde una araña radioactiva puede picar a un adolescente e inyectarle su veneno y convertirlo en un superhéroe, donde 4 tortugas adolescentes mutaron y se hicieron ninjas, donde la máxima guardiana de la moda aún es la editora de la revista más importante en su género sobre la faz de la tierra y sigue en busca de una suplente de asistente personal…


A las 15:00 decide apagar la tele y encender su Mac, tiene la firme intención de escribirle un correo al Dr. Ibarra para contarle muchas cosas que no le supo explicar unas noches atrás, pero se ha concentrado tanto en el asunto neoyorkino y en la búsqueda de retomar su nacionalidad estadounidense a costa de lo que sea, que ya las ha olvidado, así que mejor decide apagarla para poder seguir enojándose con el mundo sin ser interrumpido, cubriéndose de pies a cabeza con un par de gruesas frazadas para tratar de mitigar el invernal aire helado que se arremolina bajo su cama.


María, en cambio, llegó a su departamento que se encuentra a media distancia entre el de la Dra. Garza y el del Lic. Lomelí. Ella entra en su recámara sin percatarse de la hora que es. Se recuesta, pues es cansado caminar al lado de un amigo como el suyo, y descubre que sus pies están helados y tensos; supone que se trata de que caminó mucho, aunque en el fondo, ella sabe que solo caminaron en el tianguis unas cuantas cuadras. Se resiste a creer que caminar al lado de ese hombre, le confiera peso extra a su cuerpo. Se resiste a creer que sus pies se congelaron por su sola presencia. Incluso recuerda lo insípido de sus gorditas y tacos, pero tampoco acepta que sea culpa de él.


Lo único que en ese momento quisiera, es darse ella misma un masaje con un aceite aromático que compró hace unos meses para ese tipo de ocasiones, pero entonces recuerda con tristeza que ya no le pertenece, y lo que además no sabe, es que ni siquiera está donde supone. Ese aceite se encuentra en ese preciso momento en Monterrey. En una ocasión María se lo regaló a su amigo. Su amigo, quien vivía tenso por circunstancias del trabajo, se lo daba a su entonces novio para que le hiciera deliciosos y curativos masajes con él, y en el último de los viajes a la sultana del norte, lo dejó olvidado. La promesa era que el regio lo traería consigo en la siguiente visita, pero ésta nunca llegó, así que el aceite de nacionalidad tapatía fue adoptado por el regio.


María, quien sigue sin saber la hora, y sin importarle ya ni el dolor ni el frío en sus pies, decide tomar una siesta para no pensar y para no culpar a nadie de su malestar.


A las 14:30 Marco está en el sillón de la sala del apartamento en P. Neruda y Nueva Escocia. Por la ventana, donde de momento no hay franceses a la vista, contempla una Guadalajara cálida con un sol que brilla e ilumina a todos sus habitantes; una Guadalajara llena de lugares hermosos, creados por y para unos habitantes que tienen sed de cosas nuevas, diferentes y bonitas; una Guadalajara que promete y otorga mucho a aquellos hijos suyos que creen en ella; una Guadalajara que tiene un clima excepcional por su situación geográfica envidiable, que hace que cualquier árbol crezca demasiado.


A las 15:00 regresa a su computadora, dispuesto a escribirle un correo al joven Lomelí, con la finalidad de hacerle saber lo bien que se encontraba ahora y lo duro que había sido superar todas las pruebas, y aunque el perdón no pedido ha sido ya concedido, descubre que no tiene ninguna necesidad de interrumpir el viaje sin rumbo del tapatío a quien tanto quiso; ésta vez lo dejaría irse a la deriva en su nave en llamas, viéndolo alejarse desde la playa serena y tranquila en la que ahora se encontraba y que tanto esfuerzo le costó encontrar. Apaga su laptop y confabula telefónicamente con su nueva amiga Sonia su partida de la ciudad.



Escena 14



Con maleta en mano y acompañado de la Señorita Zomosa, se encuentra caminando por la terminal aérea de Guadalajara listo para documentar equipaje. Se despiden justo enfrente de aquel kiosco de revistas. Marco continúa caminando por el nuevo laberinto del aeropuerto recordando todo lo que ha ocurrido en su viaje. Se interrumpe el recuerdo al llegar a la sala 9, de donde saldrá su avión. Odia los domingos, son la antesala a los lunes, pero ésta vez solo lo odia porque está muy cansado y quisiera ya estar en su cama regia durmiendo.



El avión aterriza con 20 minutos de retraso en la sultana del norte a una temperatura de 20 grados. Dos viejos amigos, Roy e Ileana, son quienes ésta vez pasan por él y lo llevan a cenar para posteriormente llevarlo a casa.


Vaya viaje! Cuantas emociones! Como está muy cansado y ya se hace tarde, acuerda consigo mismo desempacar hasta el día siguiente. Mientras se desviste y se pone alguna pijama, algo en los portarretratos del buró junto a su cama le llama la atención; descubre, sin querer, que uno de ellos aún esconde bajo la foto de su amiga Gabriela Villarreal una foto de Saúl. No se alarma, no se asusta, no se entristece, solo confirma que aún se encuentra sacándolo de su vida, es un proceso y no un acto de magia instantánea, así que lo saca de ese portarretratos y lo guarda junto a otras fotos de él en el gran baúl de los recuerdos, en donde algún día seguramente muy lejano, lo volverá a encontrar y recordará cada uno de los capítulos de su vida en que lo tuvo de coprotagonista y todo estará bien.

Al fin concilia un sueño reparador, es el premio a todo el esfuerzo realizado en los últimos días, se lo tiene muy bien merecido. Al mismo tiempo, un joven capitalino que radica en Guadalajara derrocha el único talento con el que cuenta escribiendo sus fábulas de ensueño en su blog, consiguiendo con su imaginación vivir a través de la vida de los demás. Simultáneamente, su comadre, la Señorita “S” Limantur, hace vibrar nuevamente a su nuevo joven amante en su departamento en Brooklyn justo antes de ser interrumpidos por el psicópata Tigre de Santa Julia, mientras Miguel Rodarte bebe un delicioso y muy cargado Cosmos en el Kyo de Monterrey, Antonio Laguna y Caleb Torres ven su programa favorito antes de dormir en su nuevo departamento en la capital mexicana y Jesús Mario compra un café americano grande en el Seven Eleven de Pablo Cassals y Manuel Acuña y regresa a su departamento en donde una noche fresca de hace poco mas de medio año se conocieron el regio y el tapatío.


Así como el sol se puso para darle paso a la noche, también la luna le abrirá paso a la mañana muy pronto, para que regrese el sol a la vida de Marco. Aún siendo de noche en su vida, la luz (de la luna) jamás lo ha dejado, y la promesa de un nuevo sol naciente está en el aire, susurrándole en el oído, seduciéndolo y convenciéndolo de que siga participando con singular alegría en la siguiente temporada.

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